Escrito por: Ángeles Mastretta el 28 Jul 2010 -
Era la paz entonces. Cuando íbamos al colegio a pie y sin cuidados.
Era la paz entonces. Cuando íbamos al colegio a pie y sin cuidados.
Al salir comprábamos un helado de limón y nos deteníamos a platicar sobre nada en mitad de todo.
Pasaban los coches de uno en uno y el tiempo era de todos, como el aire y la certeza de que no había nada que temer.
Veinticinco años después, yo organicé que la escuela primaria de mis hijos quedara aquí a la vuelta y que ellos, como yo, pudieran demorarse en una esquina, comprando dulces y hablando sobre nada. Ya era raro, pero creo que ahora no podría yo hacer lo mismo en alguna parte.
Ahora que los niños ya no están seguros en muchas de las ciudades que se creían más seguras.
Se han vuelto peligrosas.
Vean ustedes:
Punto y aparte: Se llaman Centros de Readaptación Social. Son cárceles. Viles, descuidadas y peligrosas cárceles que no readaptan a nadie. Como no lo adapten a ser el perfecto criminal que le faltaba ser. De una de esas cárceles, la número dos de Gómez Palacio, en el estado de Durango, han salido reos, al menos tres veces este año, a matar y herir personas, -sesenta y cuatro en tres asaltos-, nada menos que en Torreón, en Coahuila, el estado vecino a Durango. Durante la noche se dejaba salir a los presos del penal, a matar libres y con protección, para luego volver a dormir en esa suerte de casa de seguridad, llamada ingenuamente “Centro de readaptación social”. Acompañados y protegidos por los mismísimos celadores, los delincuentes de un cártel, (el de Sinaloa, dueño de Durango) salieron a matar con las armas y en los transportes del penal, a los enemigos, a los miembros del cártel vecino (el de los zetas, apoderado de Coahuila). ¿Cómo supieron esto las avezadas autoridades? Porque los propios Zetas salieron a contarlo dando como testimonio la declaración de un policía del bando contrario al que asesinaron después. El video está en la red, pero no hay que verlo.
Porque con saber que existe el horror basta, no es necesario presenciarlo un día y otro también. Es inconcebible, cuesta imaginarlo, no puede ser tolerado. Es un más allá en la inseguridad pública, en la pena y la barbarie que padecen las ciudades del norte de México. Narcos contra narcos. Malos que matan a malos. Sin duda y no sólo.
Hay en esas fiestas también inocentes e incautos pero, sobre todo, hay personas. Gente que hace el tejido social, cada vez más descompuesto, de nuestro país. Los asesinos y las autoridades que son su cómplices, de la punta al cabo, deberían estar en la cárcel. ¿Pero en cuál cárcel?
Dos puntos: Si yo fuera valiente iría a Durango, donde me han invitado a dar una plática personas de bien, rodeadas de males. Pero no soy valiente y no iré. Ojalá y pudiéramos decir “Dios los bendiga”, pero díganme ustedes: ¿Cuál dios?
comentamos algo bueno de todo esto..?
Somos educadoras en estado de jubilación creativa y productiva!¡ Muy bueno tu blog !
ResponderEliminarYo también hago artes plásticas, aunque en menor escala que la producción bloggera, jaja
Abrazos