domingo, 8 de diciembre de 2013


Éramos tan chicos.



Contábamos en el centímetro de la costura los días que faltaban para Nochebuena. Hasta poder decir ´Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad´.
Tanta expectativa.
En los días previos a esa noche la cocina de la Oma era algo mágico. Masitas con cardamomo y frutas abrillantadas o miel o chocolate.
Se cortaba una rama grande de un cedro del jardín y se armaba el árbol en la sala del piano. Y ahí estábamos colgando adornitos tan frágiles como nuestra inocencia. Resinosas nos quedaban las manos.
La Oma traía de Bonafide unas piñas de chocolate que se colgaban como adornos también.
Las lucecitas eran velitas de verdad que tendríamos el cuidado de abrochar a la rama debidamente derechitas para que no se generara un incendio la Nochebuena.
En papel canson se recortaban tarjetitas que ella me pedía que le decorara y le hacía las más bonitas hojas de muérdago y cintita roja con el nombre de los familiares que llegarían a festejar y recibir su regalito.
El día 23 con líquido "Carlitos" para zapatos blancos limpiábamos los mejores zapatitos de verano y los poníamos a secar en la ventana del baño.
Seguramente mamá nos había hecho la ropa para esa noche. Vestiditos de piqué tan sencillos con sus broderíes y voladitos.

Y llegada la tardecita nos poníamos de punta en blanco y allá íbamos. Eran dos cuadras que entonces parecían kilómetros.
Las tías y tíos, los primos y la espera. Recorrer el jardín tratando de ver a Papá Noel, el Weihnachtsmann le decían los abuelos.  Y los jazmines perfumando todo. Y esa fuente repleta de agaphantus, tan de la Oma.

Hasta que al fin se escuchaba la campanilla anunciando que Papá Noel había pasado.  Tímidamente entrábamos a buscar nuestro lugar junto al árbol y sus velas encendidas y  todo se volvía bochinche y festejo y... mirá mirá mirá mami... mirá lo que me trajo.
Oh maravilla!. Y había chocolate en rama y nugatones. Buena compra hacía la Oma en Bonafide...tantos nietos...
Y la cena y el clericó y el vitel toné eterno y las ensaladas rusa y la heringsalat, todo tan clásico, tan de los abuelos, tan nuestro.
Éramos tan chicos.
No se esperaba a las doce de la Noche. No se armaba pesebre. Mis abuelos no eran católicos. No había religión y había esa religión. La familia, la alegría... la inocencia absoluta y la sabiduría de niños que traemos en el alma.
Y después de cenar encendíamos las lucecitas de bengala.
Y empezábamos a ser grandes cuando alegremente tristes  nos enterábamos por los  primos mayores que Papá Noel eran los padres.
Aunque no están nuestros abuelos ni nuestros padres ellos están siempre. Es un camino marcado... y es un buen camino. No lo dudo.
Que este Adviento nos ilumine a todos.
Yo espero ser mejor de lo que he sido hasta ahora. Y si se me nota, mejor.


7 comentarios:

  1. Muy lindo Marga. Queda en nosotros hacer algo similar para que nos recuerden con el mismo afecto.

    Cariños.

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  2. Claro que se te nota... hermoso tía... me hiciste emocionar... y yo agrego lo que esperamos los sobrinos ...esa cajita pintada a mano por vos con esas galletitas caseras, típicas de la familia, que son tan nosotros..... y que esperamos cada año porque son de los mejores regalos que podemos tener.....te quiero mucho!!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. que bellisimo recuerdo ... te cuento un poquito del mío .. mi papá Ardornaba un Pino Paraná chico en el Jardín .. le agregabamos adornos entre las espinas .. se sentían los pinchazos .. por ellos ingresaba la Navidad en nuestra Sangre decía el viejo .... Abrazos grandes Y MUY FELIZ NAVIDAD a todo el Bello Mundo

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    1. qué maravilla.... tengo que hacer un árbol diferente este año que es tan diferente... tus deditos pinchados me imagino... polechito.

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  5. Hermoso y tierno relato Marga.
    Un fuerte abrazo y todo lo mejor, para las próximas fiestas.

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  6. si bien tengo recuerdos que los he dejado ahi para no ponerme triste
    tu texto me ha maravillado
    un saludos desde
    El mar de Miami

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