miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sed


Salvada por los dioses tantas veces
arrancada de la muerte por milagro
sedienta
recorriendo plazas
descampados y sábanas
o en solitario y en ayunas
emulando los actos básicos
que la vida reclama
para levantar el cuerpo
y parecer humana.
Mi sed extravió su cauce
perdió su curso
y olvidó como retornar
hasta que un día en la más abisal oscuridad
pude ver con absoluta lucidez
las fronteras de mi cuerpo
y a mi alma: una gran herida seca.







Mirar atrás. Sólo debo girar un poco la cabeza, entornar de manera contrariada los ojos y verlo aferrado a mi espalda como a un hijo pequeño que se carga. Hoy es mi vástago malformado a quien observo compasiva, tiernamente. Pero fue un monstruo, un engendro temible y repulsivo. Llegó a serlo tras la disolución de mi esencia y de mi forma. Y me aferré a él, porque a pesar de su fealdad y su tiniebla, terminó siendo el único reflejo de mi misma, mi única pertenencia. Actualmente observo desolada a una humanidad sedienta que, como yo, intenta apaciguar su Sed de manera artificiosa y letalmente equivocada; esperanzada ruego para que nuestra especie encuentre el camino de regreso.
Mi Sed nació conmigo proveniente del mandato supremo que rige a nuestra naturaleza. Si tienes alma, tienes Sed. Esa es la Sed que nos hace humanos. Quien no tiene Sed está muerto o no pertenece a nuestro género. Saciarse es una tarea del espíritu y quien tiene Sed, posee en su interior la fuente para saciarse. Eso lo sabemos al nacer. Pero lo olvidamos. Lo olvidan nuestros padres. Lo olvida el mundo. Falta amor. Y hay mucha Sed. Pero el amor -como el alma- no es tema en nuestros días, no es noticioso ni está en la agenda pública.
En su lugar reinan la seducción frívola, el sexo como objeto de consumo y empoderamiento egotico, la sobreerotización genitalizada que conduce a frigideces, impotencias y eyaculaciones precoces; a embarazos adolescentes, paternidades irresponsables e hijos abandonados. El amor clama ser rescatado de las garras del desamor –femicidios, parricidios, crímenes pasionales, violaciones, abusos sexuales, sociales y laborales, violencia de todos los tipos y de todos los tamaños, injusticia, discriminación, falta de integridad, compromiso y sentido. El amor clama todos los días mostrandonos por los medios, la miserable y corrompida condición en la que lo tenemos. Y a diario, en cada historia personal ¿cuanto desamor existe, expresado en intolerancia, en falta de comprensión y de paciencia, en crónicos egoísmos, en variadas conductas que de tanto ejercerse se hacen habituales y, desapercibidas, malean nuestra existencia?.
Somos seres escindidos, arrancados del Todo e inducidos a la vida. Nacemos con la conciencia abierta de par en par, ávidos por succionar los nutrientes que mantengan vivos nuestra materia y nuestra sustancia inmaterial. Paradojalmente hemos de pararnos en el afuera para buscar adentro la fuente interna que puede saciar nuestra Sed de Totalidad. Beber de ella es reencontrarnos con nuestra natural sabiduría, tarea primordial y prioritaria en nuestro paso por el planeta; pero nuestra Sed no encuentra su norte ni existen gobiernos que se preocupen de ello ni economías que lo contemplen ni colegios que lo incluyan en sus propósitos, por el contrario, el régimen completo está plagado de bacterias que enferman el alma. No se nos instruye para ir hacia adentro, acariciarla, conocerla y moldearla, en cambio, existen infinitas maneras promocionadas y masificadas para extraviarla, pudrirla y venderla.
Estos modos están en el centro de nuestra civilización, en el poder y en el mercado, en la casa y en el barrio, en nuestro analfabetismo emocional y mental, en la ignorancia social y en la complicidad del sistema.
Al aplacar nuestra Sed con paliativos ilusorios, con excesos o con apegos estériles; ella, que es germen divino y maravilloso sólo nos da de beber cloacas y ponzoñas; a poco andar nos hemos olvidado por completo de lo que andábamos buscando... y como a más olvido, más Sed... es ésta una escalada que tiene por cumbre tan sólo enfermedad y sufrimiento.
Pinkolla Estés nos lo dice a las mujeres, mas, sus palabras, son en definitiva un mensaje a la humanidad toda: " Cuando somos jóvenes y nuestra vida espiritual choca con los deseos y las exigencias de la cultura y del mundo, nos sentimos realmente encalladas muy lejos de nuestro hogar. De mayores nos seguimos apartando cada vez más como consecuencia de nuestras decisiones acerca del quien, que, donde y durante cuanto tiempo. Jamás nos han enseñado a regresar al hogar espiritual y repetimos hasta el infinito la errante búsqueda de la pauta perdida. Sin embargo, aunque nuestras decisiones erróneas hayan sido la causa de nuestro extravío - y estemos en un lugar demasiado alejado de aquello que necesitamos - no hay que perder la esperanza, pues el interior del alma contiene un indicador automático de ruta. Todas podemos encontrar el camino de regreso. "

¡ Que así sea !



publicado por Eva Magallanes en su blog http://www.lacalarealidadyficcion.blogspot.com/

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